Carlos Taibo. Antineoliberalismo y claudicación

ANÁLISIS: VALORACIÓN DEL PAPEL DE LA IZQUIERDA INSTITUCIONAL ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DEL ACUERDO GLOBAL CON EL PSOE

Antineoliberalismo y claudicación

El autor critica la huida hacia adelante, subrayada por el pacto de las pensiones, de los sindicatos mayoritarios y la izquierda “antineoliberal”.

CARLOS TAIBO / Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid
Lunes 21 de febrero de 2011.  Número 144
El acuerdo alcanzado, a finales de enero, por el Gobierno y los dos sindicatos mayoritarios ha dejado clara la condición de quienes han apostado en los últimos meses por una patética y exclusiva defensa de los Estados del bienestar. Es urgente retratar la condición de esa apuesta y la precaria situación en que, por mucho que quieran ocultarlo, han quedado sus promotores.
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Ilustración: Martin León Barreto.
1. Un primer rasgo interesante de la propuesta es la convicción de que al capitalismo que padecemos conviene darle otra oportunidad. La idea de que es reformable de la mano de una suerte de vuelta atrás que permita reconstruir la regulación perdida al calor de las ofensivas neoliberales llena el discurso de los dirigentes de la izquierda política, los burócratas sindicales y los economistas aparentemente críticos. Parece, sin embargo, que predican en el desierto, toda vez que quienes cortan el bacalao del capitalismo realmente existente tienen proyectos diferentes. Aunque acaso hay quien, a estas alturas, aspira a crear una nueva y civilizada burguesía...
2. El contenido preciso de la oferta principal de estas gentes es lo que ha empezado a llamarse antineoliberalismo, una fórmula que responde a un propósito obvio: esquivar el término, mucho más gráfico y consecuente, de anticapitalismo. No es ésta una opción terminológica azarosa: la demanda expresa de reconstruir la regulación perdida reclama una contestación del proyecto neoliberal, pero nada dice de la conveniencia de ampliarla al proyecto capitalista como un todo.
Así, toda la apuesta se concreta en el reflotamiento de nuestro maltrecho Estado del bienestar. Este último es una forma propia del capitalismo, manifiesta únicamente en el Norte desarrollado. Quienes se agarran a semejante columna olvidan, por lo demás, que no estamos en la Suecia de 1960, y que la consideración cabal del escenario general planetario –económico, social y ecológico– obliga a ir más allá. No sólo eso: la propuesta “re-reguladora” ignora que los fundamentos, aparentemente razonables, de muchas de sus concreciones se desmoronan cuando se toma nota de quiénes habrían de gestionarla.
El uso de la fórmula ‘antineoliberalismo’ responde al propósito de esquivar el término ‘anticapitalismo’
¿Cuáles serán, por ejemplo, las virtudes de una banca pública dirigida, desde el Gobierno, por socialistas o populares? ¿Es razonable que se nos explique que para mantener la productividad no hay que bajar los salarios, sin asumir antes un ejercicio de cuestionamiento radical del propio concepto de productividad? Para que nada falte, la posición, dramáticamente defensiva, que invita a cuestionar sin más las medidas antisociales aplicadas por nuestros gobernantes se asienta sibilinamente en una patética aceptación de la bondad y presentabilidad de lo que había antes de esas medidas.
3. En el terreno político parece claro, más allá de la fanfarria retórica, cuál ha sido la apuesta, bien plasmada en lo que han acariciado, en particular, los dirigentes de IU, obsesionados con la idea de atraer a los votantes socialistas desencantados. Como quiera que a estas alturas es imposible apreciar en el PSOE algo que huela a un proyecto socialdemócrata, nada mejor que procurar el asalto del espacio que ha quedado vacío. Se trataría de forjar una mayoría de izquierdas –es sabido que se trataría de una minoría, pero olvidemos ahora esta cuestión trivial– que, según la palabrería al uso, obligase a reorientar el sentido general de las políticas oficiales.
En ese proyecto, que debía contar con el apoyo de las direcciones de CC OO y UGT, y que disfrutaba de un eco nada despreciable en algunos medios de comunicación, estaban particularmente interesadas las cúpulas dirigentes de siempre, deseosas de buscar una salida airosa para su delicada posición laboral. Sólo podía aportarse un dato fehaciente –tan fehaciente como miserable– en provecho de la racionalidad de tal proyecto: la izquierda política era consciente de su nula capacidad de movilización.
Sorprende la candorosa ingenuidad de quienes confiaron, al parecer a ciegas, en las cúpulas de CC OO y UGT
4. Más allá de su liviandad de origen, el fracaso de la estrategia política mencionada se debe, ante todo, a la defección final protagonizada por las cúpulas de CC OO y UGT. Sorprende la candorosa ingenuidad de quienes confiaron, al parecer a ciegas, en estas últimas. Y sorprende porque estaba cantado qué son esos dos sindicatos –dos pilares fundamentales del capitalismo realmente existente– y cuáles son sus limitaciones una vez conocida su estrecha dependencia de la financiación estatal. La negativa general de IU a sumarse a las movilizaciones contra el pensionazo convocadas el 27 de enero –asentada en su rechazo de toda crítica formulada contra CC OO y UGT– es un retrato cabal de las miserias que abraza la dirección de una coalición que ha quedado con el culo al aire sin que, al parecer, ello haya suscitado ni dimisiones ni autocríticas.
5. Entre tanto, y en el proyecto de estas gentes, la izquierda social –admito desde ya los equívocos que el término arrastra– sólo interesa, en el mejor de los casos, como un posible, pero prescindible apoyo externo. Ni se escucha lo que dice, ni se va con ella a ninguna parte. El grueso de los movimientos sociales alternativos, la totalidad del sindicalismo resistente y amplios segmentos de la izquierda radical viven en un mundo muy alejado. Su sintonía cognitiva y emocional con la izquierda política es, hoy por hoy, y afortunadamente, nula. Las apuestas principales de la izquierda alternativa –la creación de espacios autónomos, el despliegue de formas de democracia de base autogestionaria, la contestación del orden de propiedad del capitalismo y el rechazo de las lógicas del crecimiento y del consumo– no interesan ni a las cúpulas políticas, ni a las burocracias sindicales, ni a los economistas antineoliberales, empeñados, sin más, en organizar el sistema de forma distinta sin pujar por salir de él. La interesantísima opción de todas estas personas las ha mantenido lejos, eso sí, de la represión que padece buena parte de la izquierda social.
6. Para las gentes que me ocupan –ancladas patéticamente en la defensa de esa broma pesada que es el desarrollo sostenible–, la crisis ecológica no existe. Nada lo certifica mejor que el hecho de que ni siquiera se invoca retóricamente. El olvido del relieve ingente de lo que se nos viene encima no sólo es pan para hoy y hambre para mañana: constituye un fundamento mayor de explicación de por qué nuestros amigos siguen concibiendo que todos los cambios deben registrase dentro del capitalismo y de sus reglas. Qué excelsa paradoja es la que nace del hecho de que, hoy, sea la crisis ecológica la que, sumada a las contestaciones de siempre, obliga a pelear con radicalidad por un proyecto que implique salir del capitalismo con urgencia.
La izquierda social sólo interesa, en el mejor de los casos, como un posible, pero prescindible apoyo externo
7. Hay que dejar constancia de dos hechos finales. El primero subraya que el proyecto que hemos procurado mal retratar ni siquiera puede invocar para sí eso que hace años se llamaba legitimación por la eficacia: constituye en estas horas, antes bien, un formidable fiasco material. El segundo señala que, sorprendentemente, la certificación de lo anterior no ha conducido a su inmediato abandono.

Asamblea de las Mesas de Convergencia Ciudadana. Una primera composición de lugar


Desde el bloque publicamos el manifiesto, el enlace y las convocatorias de las Mesas de Convergencia, incluso algunas personas de este grupo han firmado.

Aquí añadimos un comentario interesante sobre este proceso (cabe decir que nuestra asociación tampoco ha sido invitada en Granada a participar en este proceso...).


Miguel Romero


1. El sábado 19 de febrero ha tenido lugar en el Auditorio Marcelino Camacho de CCOO-Madrid la Asamblea de las Mesas de Convergencia Ciudadana (MCC). El local ha sido el mismo en que se realizó en  noviembre del año 2009 el acto de presentación de la “refundación” de IU, lo cual; permite hacer algunas comparaciones de interés.
La asistencia ha sido similar en cantidad, la sala estaba llena, y en cuanto a la composición sociopolítica: muy poca gente joven, gran mayoría de militantes de IU. La diferencia más notable ha sido que en noviembre la gente se mantuvo atenta hasta el final del acto, mientras que ahora una vez terminadas las intervenciones consideradas más importantes, es decir, las de los organizadores y la de Cayo Lara, empezó un desfile incesante hacia la salida y al final del acto apenas estaba ocupada la mitad de la sala. Puede haber varias interpretaciones: posiblemente el tipo de público asistente se sentía mas motivado por la “refundación” de IU, que parecía abrir nuevas y mejores perspectivas para su partido; quizás este tipo de actos empiezan a ser un tanto repetitivos; quizás esta vez el aspecto práctico de la iniciativa quedaba más confuso…
2. El proyecto se presenta en unas condiciones políticas poco favorables. La simpatía que despierta en amplios sectores militantes la idea de una “convergencia antineoliberal” proviene no de un impulso que venga de abajo, de un movimiento social potente (la “ciudadanía activa”, en palabras de Naredo en su intervención) que presione por la unidad y clarifique sus contenidos políticos, sino de la conciencia de debilidad frente a un enemigo poderoso y a la ofensiva. Ese movimiento podría haberse creado a partir de la Huelga General del 29-S, si no hubiera sido primero desactivado, y después frustrado por la negociación y firma del pacto social. Ahora el ambiente está determinado por las consecuencias nefastas de ese pacto -sobre el cual, por cierto, este proyecto trata de pasar de puntillas- que no empujan hacia la unidad, sino más bien a la división y/o la pasividad.
En estas condiciones, las Mesas para la Convergencia, son la idea de un grupo de personas, una idea que suena bien, que incluso expresa una necesidad sentida por sectores de la izquierda social y política, pero que está por el momento, a mi parecer, con los pies en el aire. “Convergencia” significa muchas cosas diferentes en la izquierda social y política, difíciles de ensamblar: objetivos electorales, alianzas dirigidas prioritariamente a unos u otros sectores de la izquierda, consensos de arriba abajo, consensos para la acción… No está totalmente claro cuáles son los significados elegidos por los organizadores del proyecto, pero al menos aparecen algunos problemas razonables y serios, en el diseño y en la dinámica elegida.
3. El proyecto no parece tomar en consideración la amplia experiencia, positiva y negativa, de acciones e iniciativas unitarias de la izquierda social y política. Nunca se empieza de cero en estos procesos, ni valen las intenciones, incluso cuando son buenas, del “borrón y cuenta nueva”.
Quien mas, quien menos ha vivido experiencias de debates insoportables y eternos sobre tal o cual consigna que han terminado alejando del trabajo unitario a gente dispuesta entregar su tiempo a la acción común, pero no a perderlo. Pero hay otras muchas experiencias -las mas recientes en la preparación y desarrollo de la Huelga General, pero también en la Contracumbre de la Presidencia española de la UE, o el Foro Social Mundial en Madrid, o la campaña Rumbo a Gaza, o la solidaridad con Egunkaria, etc., etc.- en las que organizaciones y corrientes diversas han trabajado muy bien colectivamente, sin ninguna necesidad de olvidar sus discrepancias grandes o pequeñas, teóricas o prácticas.
Hay sin duda problemas graves de sectarismo en la izquierda social y política y hay que establecer formas y normas para resolverlos. Pero la ecuación “sectarismo=radicalismo”, presente en este proyecto, es falsa y convendría retirarla de la mesa, y de las Mesas, antes de que haga más daño. Es falsa además, en los dos términos: o sea, hay sectarismos nada “radicales”, y hay “radicales” nada sectarios. No vale la pena poner ejemplos que abundan cada día  y que nadie bien informado puede desconocer.
4. Si la gente de la “platea” en el Auditorio de CC OO el día 19 se parecía mucho a la de noviembre pasado, la que protagonizó el acto desde el escenario ha sido muy diferente. No cabe duda que Juan Torres, que se encargó de definir el perfil político-ideológico del proyecto, o Tomás Rodríguez Villasante, que ha diseñado la metodología de organización participativa, o Naredo, por su sola presencia, son mas creíbles cuando proponen una organización unitaria en la base, con una “deliberación fraternal” y basada en la “democracia participativa”, que quienes lo hicieron en otras ocasiones. Pero, a la vez, el proyecto parece más débil que la “refundación” en cuanto a su base social propia.
Hemos hablado muchas veces de movimientos sociales faltos de “expresión política”; este caso tenemos  más bien una “expresión política” falta todavía de base social activa, en una situación en la que la movilización contra los estragos del capitalismo neoliberal tiene que apoyarse en los sectores más activos y militantes, más capaces de resistir a la resignación y la desmoralización. En este sentido, la muy escasa participación en el acto de gente y organizaciones de Euskadi y Catalunya es significativa.
5. El proyecto se presenta como unitario sin limitaciones, abierto y basado en un acuerdo en el que “todos podemos coincidir”. No está nada claro. En mi opinión, el proyecto incluye un espacio político prioritario, bien cercado, que quiere abarcar a algunas corrientes de la izquierda y no diré que excluyen, pero se desinteresa por otras. No son prioridades expresas, aunque tampoco se oculten; como no puedo basarme en textos, sino en interpretaciones, hay que tomar lo que opino con reservas; las cosas estarán mas claras dentro de un tiempo.
En su discurso inicial, Juan Torres pidió que se anteponga lo que “nos une”. Bien, pues empecemos por ahí.
Torres hizo un buen diagnóstico del neoliberalismo, “el capitalismo de nuestros días”, como una estrategia de poder global, de alcance político y moral, más allá de los modelos productivos, al que hay que enfrentar una lucha en todos los niveles de la sociedad. En este sentido, afirmó el valor de la “indignación ciudadana” y la necesidad de asumir acciones de “sabotaje pacífico y democrático”; no concretó en qué pueden consistir estas acciones, pero la idea es magnífica.
En otros muchos aspectos de su análisis se puede coincidir y en algunos discrepar, pero no creo que haya aquí problemas importantes para una convergencia. Esos problemas están, a mi parecer, en una cuestión fundamental: el lugar y el tratamiento de las desacuerdos y los debates en un proceso unitario, aquí y ahora.
Torres dijo, y repitió, que debemos “olvidar” lo que nos separa “para siempre”. Y más adelante invitó  a quien tuviera “diferencias y matices” a que saliera de la sala, las dejara en el vestíbulo, y volviera a entrar sin ellas. Parece muy unitario, pero francamente creo que no lo es. Tampoco es realista; de hecho, en el propio acto se expresaron “diferencias y matices” -particularmente, pero no sólo, en las buenas intervenciones-mítines de Pablo Iglesias y de José Coy-,  sobre temas importantess, no sobre si “el punto va arriba o debajo de la coma”. Es natural, que así sea. Nos enfrentamos a temas complejos, a decisiones arriesgadas, y lo sano es conocer los distintos puntos de vista y debatirlos responsablemente antes de tomar una decisión colectiva.
La base del enfoque de los desacuerdos en un proceso unitario está en la democracia, no en el “olvido”. La democracia debe incluir normas acordadas para realizarla en la práctica, tanto en las deliberaciones como en la toma de decisiones.
No veo ningún problema en que, especialmente en la fase inicial de un proyecto que busca crear organismos unitarios de base, se acuerde que el tema de trabajo sea exclusivamente práctico: movilizaciones, acciones de solidaridad, etc. En cambio no me parece aceptable,  en cualquier fase, que sobre las cuestiones que no son prácticas, se establezca por el grupo organizador un discurso considerado “de consenso” y no se admita la discrepancia con él.
Hay una larga experiencia de funcionamiento por “consenso” en foros y organizaciones sociales y políticas, y se conocen bien sus cualidades y sus problemas. Para la acción práctica, el funcionamiento por consenso es muy necesario. En cambio para la dirección o coordinación de iniciativas y organizaciones, este funcionamiento presenta problemas importantes, entre los cuales los dos más probados son: -el primero, la “tiranía de las estructuras informales”, por utilizar una expresión creada por el movimiento feminista para definir una situación en la que las decisiones se toman, pero no sabe cómo, ni por quien, y son por tanto incontrolables democráticamente; -el segundo, que es una variante del anterior, la determinación de lo que es o no es “consenso” por medio de un acuerdo privado entre las organizaciones más fuertes de las que integran el organismo de dirección o coordinación. Cuando estos organismos son muy numerosos, el riesgo se multiplica en nombre de la “eficacia” en la toma de decisiones. En este sentido, la experiencia del Consejo Internacional del Foro Social Mundial es concluyente y hay que reflexionar sobre las crecientes críticas que recibe. Este funcionamiento ha desplazado a numerosas organizaciones comprometidas desde años en el proceso, y en cambio ha privilegiado a las organizaciones afines a quienes toman las decisiones, en este caso, ONGs y otras instituciones con tanta abundancia de medios materiales, como falta de carácter militante.
6. La penalización de las discrepancias, suele ser, y es en este caso, bastante selectiva. En la intervención de Torres, y en otras, se atacó al “sectarismo”, al “radicalismo”, al “simplismo”, a la “arrogancia”, a la política de las “grandes palabras” que no se “mete en los charcos”, etc., ristra de anatemas dirigidos contra los “radicales”. Torres pidió una “deliberación fraternal”, pero no parece que esa fraternidad abarque por igual a todas las corrientes de la izquierda.
Mi interpretación es que el público-objetivo al que se dirige el proyecto es, además de IU, los sindicatos mayoritarios y lo que se considera la “izquierda de la socialdemocracia”; por ejemplo, las críticas que se han hecho por los impulsores del proyecto al papel de los sindicatos mayoritarios en el pacto social, han dedicado más espacio a excusarles que a analizar su papel y sus responsabilidades reales (ver el texto de Torres, Martínez y SteinkoA la izquierda, la convergencia de los ciudadanos y las ciudadanas”, Público, 17/02/2011).
Respecto a la “izquierda socialdemócrata” el asunto es puramente simbólico, porque esa corriente en nuestro país no existe, y nada indica que pueda llegar a existir de una manera significativa. Como símbolo fue llamativa la espectacular presentación que se hizo de la única intervención de alguien con alguna relación, hace unas cuantas décadas, con la dirección socialista: el ex-fiscal general del Estado, Eligio Hernández, que ha pasado a formar parte de la Coordinadora. No sé nada de su trayectoria política actual, pero en su paso por el gobierno de Felipe González hay episodios poco edificantes (ver http://www.publico.es/espana/265982/la-burbuja-de-la-corrupción). En cualquier caso, está claro que no es Lafontaine, ni Melenchon, ni nada que se le parezca, en cuanto a representar, o atraer, a una “corriente de izquierdas” del PSOE.
Lo razonable es que una “convergencia ciudadana” para la movilización contra el capitalismo neoliberal se base en las organizaciones y corrientes que están ya activas en esta lucha, no en consideraciones ideológicas sobre modelos de afinidad, que no son coherentes con esos objetivos de movilización y cuyas referencias internacionales, sea Die Linke o el Partido de Izquierda, no responden a los problemas que enfrentamos aquí. Pero, a mi parecer, la corriente anticapitalista de la izquierda social y política está considerada en este proyecto como un aliado incómodo, al que conviene mantener alejado como corriente, y cuya presencia sólo interesa de forma simbólica, por medio de algunas personas conocidas.
7. Dijo Steinko que el objetivo era tener un “rumbo común”. A mi parecer, y ésta es también una opinión provisional y sujeta a verificación, hay dos rumbos posibles en este proyecto. Uno es lo que podríamos llamar una “refundación de la refundación”, es decir, una nueva versión del proyecto de IU, pero fortalecido por la reincorporación de la corriente Socialismo 21, la incorporación de ATTAC y de algunas personalidades que son merecidos referentes intelectuales de la izquierda. Si se realizara, podría suponer un éxito importante de la dirección de IU de cara a próximas elecciones, pero su significado como “convergencia ciudadana” sería inexistente.
Hay otro rumbo posible: la conexión de este proyecto con procesos unitarios locales que están en marcha y, a partir de ahí, un desarrollo real del proyecto tal como aparece formalmente diseñado, probablemente con mucha desigualdad territorial y con características políticas muy diferentes. Éste es el supuesto en el que destacarían los aspectos más positivos del proyecto: la voluntad participativa del esquema organizativo propuesto por Villasante a partir de su idea de los “grupos motores”; algunas de las características de las “mesas de convergencia” presentadas por Steinko, como por ejemplo, el objetivo de “desbloquear viejos conflictos”, “proponer salidas alternativas a partir de condiciones concretas”; “conectar iniciativas de lucha ya existentes”… Posiblemente sea conveniente diferenciar, al menos en una primera etapa, la posición respecto al proyecto en su conjunto y respecto a aquellas expresiones locales que expresen una convergencia real en la acción.
6. A la salida, un viejo amigo me dijo: “Hay que estar aquí”. Se refería a Izquierda Anticapitalista.
IA tiene sus órganos de dirección y decidirá lo que hace, sin “olvidar”, sino discutiendo las diferencias normales que pueden surgir en una organización democrática. Lo que sigue, y claro también todo lo que antecede, es sólo una opinión personal.
Francamente, creo que ese viejo amigo fue uno de los pocos asistentes en echarnos en falta como organización. No lo digo ni con pena, ni con alegría. Me parece un hecho y un hecho que merece una reflexión.
Para no extenderme demasiado, utilizaré un ejemplo concreto: el día 12 de marzo está convocada una Jornada estatal de acción “por el reparto del trabajo y la riqueza; por una salida social a la crisis; por recuperar la dignidad y la justicia social”. Es una iniciativa de la CGT apoyada por numerosas organizaciones sociales y políticas, entre las cuales, IA. ¿Cabe esta iniciativa en el proyecto de convergencia? ¿Es una de esas iniciativas que se quiere “conectar”? Si no cabe, ¿quienes la defendemos y organizamos podremos, al menos, explicar nuestras razones respetuosamente y seremos escuchados fraternalmente? Pues no está nada claro, o a mi no me lo parece. Y esto refleja un problema real sobre el que habría que hablar tranquilamente, buscando soluciones si las hubiera. Proclamar “aquí caben todos” no es, desde luego, una solución.
Miguel Romero es editor de VIENTO SUR

El lento tejer de redes movilizadoras

HERRAMIENTAS PARA EL ANTAGONISMO 
http://www.diagonalperiodico.net/El-lento-tejer-de-redes.html

El lento tejer de redes movilizadoras

La enésima crisis terminal del capitalismo se salda, por ahora, con un muerto bien vivo, y unas izquierdas boqueando, como evidencian sus tremendas dificultades para lograr movilizaciones amplias. Este escenario también es el de los movimientos sociales de base, a los que, quizás, les convendría revisar el filo y pertinencia de sus arsenales y repertorios de intervención. Abrimos un debate.

MIGUEL MARTÍNEZ / Activista y profesor de sociología de la UCM*
Viernes 4 de febrero de 2011.  Número 143

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Ilustración: Emma Gascó.
En Democracia Charles Tilly postulaba que las conquistas de derechos y capacidades sociales se gestan y obtienen durante largos períodos de tiempo, mientras que es muy probable que su pérdida sea brusca, repentina. Peor aún, ninguna sociedad debería jactarse de la irreversibilidad de sus mejoras del ‘bien común’ pues siempre amenazan las élites dominantes con destruirlas, y las llamadas ‘crisis’ son su mejor excusa para ello. La aparente fugacidad de los eventos revolucionarios sólo respondería, pues, a una lenta fermentación de organizaciones opositoras o de agravios.
De ahí el doble sino de los movimientos sociales emancipadores: un lento tejer de redes sociales que intentan revertir las dominaciones actuales a la vez que resisten los embates de las fuerzas retrógradas. ¿Cómo combinar, pues, esas necesarias alianzas movilizadoras y las operaciones ‘defensivas’, en un contexto de diversidad de interpretaciones y de vivencias, de dispersión organizativa y de múltiples contradicciones en la sociedad civil y, sobre todo, de la penetración capilar de los intereses de los capitalistas globales en todas nuestras vidas, instituciones y espacios?
Estrategias inclusivas
Como es evidente, las respuestas varían mucho según cada grupo o movimiento, y también según los contextos locales, metropolitanos o estatales. Sin embargo, a mi juicio, un exceso de particularismo en esa ‘voz’ pública puede conducirnos a lo que Albert Hirschman denominaba “salida”: una huida hacia dentro –sectarismo– o hacia delante –vanguardismo– descuidando ese “lento tejer” de lo colectivo en su doble faceta.
Ensayemos, por lo tanto, estrategias desde nuestros propios ámbitos que puedan ser inclusivas de ámbitos afines. Desde los centros sociales autogestionados –okupados o con distintos regímenes de tenencia– los retos podrían enunciarse con nuevos interrogantes: ¿Cómo coordinar entre sí las luchas sociales que los atraviesan, dentro de cada centro social y con otros centros sociales?; ¿cómo formar y fidelizar una base amplia de activistas?; ¿cómo señalar conflictos que trasciendan a los núcleos de activistas, catalizando simpatías y apoyos más generales?; ¿cómo legitimar un mínimo conjunto de espacios propios, autónomos, persistentes, aunque porosos al uso y la reapropiación de cuantos los enriquezcan?
Estos retos no apuntan tanto a una ideología o utopía compartidas en calidad de eje motivador de los/as activistas, como a una comprensión de la sociedad en términos de sus lógicas de agregación y de cambio. En los centros sociales, según Hans Pruijt, se capacitan y potencian –aún inestables– formas de vida alternativas a las pautas dominantes, se experimenta una socialización en la democracia directa con todas sus virtudes y limitaciones, se satisfacen necesidades básicas negadas por el Estado o los mercados.
En términos de Tomás R. Villasante, se constituyen “grupos motores” que auscultan las necesidades sociales de su entorno, que parten de la cotidianidad para desplegar estrategias creativas de oposición, protestas y propuestas. Cada vez más habitados por colectivos más variados, muchos centros sociales han logrado ‘salir del gueto’ y propiciar, poco a poco, la gestación de nuevas complicidades sociales, aunque el precio, con frecuencia, haya sido perder un discurso político propio, identificador como movimiento u organización a semejanza de lo logrado por las asociaciones vecinales o ecologistas.
¿Qué líneas de trabajo político, en ese sentido de reapropiación y producción de lo común, se abren hoy a los centros sociales?
- Contra-contextualizar: darle prioridad a la expresión y colaboración con aquellos movimientos que desvelan y deshacen las lógicas capitalistas del contexto actual –especulación financiera e inmobiliaria, movilidad motorizada, precariedad y explotación laboral, políticas proempresariales, redes mafiosas y corruptas, consumismo, etc.– y que por sí solos no alcanzan a constituir ‘contra- poderes’ en cada territorio, mientras que juntos –al menos– generan recursos y redes movilizables en los momentos y eventos más críticos.
Por ejemplo, las comunidades de ayuda mutua entre los colectivos más subordinados –en Madrid: Instinto Precario o Ferrocarril Clandestino–, las iniciativas de autoempleo social y cooperativización sin trabajo asalariado, las luchas anti privatización en los servicios públicos, los comités de huelga, etc.
- Transversalizar: definir y potenciar los conflictos con las instituciones estatales, y sus políticas y gobernantes concretos, que hacen retroceder los derechos y capacidades sociales en múltiples dimensiones de la vida simultáneamente –relaciones de género, de clase, de estatuto ciudadano, intergeneracionales...–. V de Vivienda, en su momento, las convocatorias y talleres vinculados a la Bici Crítica, o el hackctivismo copyleft y frente a la Ley Sinde, aún en boga, podrían marcar algunas pautas en ese sentido, no ajenas al riesgo de restringirse a luchas sectoriales.
- Actualizar sinergias: rehacer constantemente las coaliciones entre todo tipo de colectivos diferentes al nuestro con quienes tenemos alguna afinidad y de quienes no nos separa ninguna premisa irreconciliable. Frente a la inercia de aglutinarnos en ‘plataformas’ pasajeras y jerarquizadas, o frente a la tendencia a unirnos sólo con los ‘muy afines’ o ‘casi iguales’.
El Mundialito Antirracista de Alcorcón, por ejemplo, la semana de lucha social del Rompamos el Silencio (RES) y la reciente iniciativa del Patio Maravillas y otros colectivos “contra el expolio de lo común”, si ilustran cómo fortalecer esos vínculos. Una campaña por la despenalización de la okupación auguraría semejantes efectos.
- Provocar emergencias: renovar los repertorios de acción colectiva ante el más que probable control y represión de las autoridades de los ya experimentados. Es el destino inexorable de muchas formas de desobediencia civil o de manifestación en la calle. Esa metamorfosis de los dispositivos de acción no es fácil cuando se piensa que “ya está todo inventado”, pero los flash mobs, el artivismo, Anonymous o los foros sociales muestran que hay espacio para la sorpresa en formas y mensajes más allá de la acción directa y no convencional, siempre al alcance de la mano.
Los centros sociales siguen siendo nodos básicos de enlace de distintas luchas. Lo han hecho, hasta ahora, desde los pilares de la autogestión y el antiautoritarismo; dinamizando, sobre todo, a la población de su entorno más inmediato. Según lo argumentado aquí, su propia lucha se enfrenta ahora al dilema de ampliar su territorio para incidir en los conflictos sistémicos más relevantes y renovar –y reforzar– las alianzas de afinidad que puedan dotar de consistencia a una onda larga de movilización social anticapitalista.
* Más información en su página web: miguelangelmartinez.net

Presentación de Compromiso Verde por Málaga

Entrada escrita por Paralelo36 Acción y Cooperación política Feb 2, 2011

compromiso verde por málagaEl 2 de febrero ha tenido lugar la presentación oficial de una nueva formación política en Málaga capital, Compromiso Verde por Málaga (cvM). La presentación ha sido a cargo del concejal de izquierdas del ayuntamiento malagueño, Antonio Serrano, así como del secretario provincial andalucista Salvador López, acompañados de gran cantidad de históricos militantes de la izquierda, el andalucismo y el movimiento verde malagueño.
En la comparecencia, Antonio Serrano ha afirmado: “cvM nace con vocación de ser una alternativa real al bipartidismo PP, PSOE, e IU que es partícipe por acción u omisión.
Esta alternativa política surge en torno al espacio de cooperación política Paralelo 36, en el que confluimos la izquierda social y política, la izquierda andalucista y la izquierda verde, compartiendo propuestas de futuro, fruto de este espacio de cooperación política, en Málaga comenzó a plantearse esta posibilidad que hoy se materializa públicamente y que es consecuencia de la voluntad de cambio del panorama actual y por supuesto del enorme encuentro programático que se produce entre los espacios que aquí confluimos.
CvM se define en el ámbito de confluencia de EQUO que a nivel estatal está reuniendo a inquietudes políticas del mismo corte que este proyecto naciente en Málaga, que es punta de lanza en la cooperación política, nuestro paradigma es la ecología política y nuestro objetivo romper el bipartidismo en cualquier ámbito institucional, y nuestro interés es aglutinar en torno a ideas y entorno al interés ciudadano y no entorno a intereses partidistas o contrarios al interés general, es por tanto objetivo primordial la regeneración política e intitucional, actualmente desvirtuada por los intereses mencionados.
La implicación social, el acercamiento a los barrios, la creación de centros sociales, el fomento de la participación ciudadana como base esencial de la democraticación de la sociedad, son sustentos básicos de cvM”
Así mismo Salvador López a declarado:” El Andalucismo en málaga capital, es cvM, en este nuevo proyecto se incorpora de forma natural el andalucismo como vía lógica a tenor de los movimientos que van surgiendo en la ciudadanía motivados por la disconformidad y el hastío, y es papel de la izquierda andaluza hacernos eco de la problemática social y ser reivindicativos, y en esto confluimos en este espacio cvM”

¿Sois tontos?

AUNQUE A VECES ARTURO DICE COSAS QUE NO NOS GUSTAN, ESTO SÍ MERECE SER DIFUNDIDO...

 ¿Sois tontos?



Pérez Reverte



HAY un problema laboral del colectivo de controladores aéreos que afecta al
1,2% de la población española (600.000 personas) y casi todos saltáis como
energúmenos pidiendo hasta el linchamiento de ese colectivo cuando el día
anterior hacen otra reforma del sistema laboral más restrictiva, quitan los
420 euros de ayuda a 688.000 parados que están en la ruina y anuncian
cambios drásticos a peor en la ley de pensiones que afectan al 80% de la
población y nadie se indigna ni dice nada. ¿Sois idiotas?

Estáis pidiendo a gritos al Gobierno que se apliquen medidas que quitan el
derecho a la baja laboral, a los permisos retribuidos y a las horas
sindicales, sacar militares a la calle ¿sois idiotas?

Estáis leyendo que mintieron en los vuelos de la CIA, en el caso Couso, que
González era la X del GAL, que gente del PP cobraba de la trama Gürtel, que
hay políticos que cobran más de 230.000 euros al año, pero que nos cuestan
más de 3 millones de euros, que la corrupción en la política no es
excepción, sino norma, que ellos mismos se adjudican el derecho a cobrar la
jubilación máxima con pocos años en las Cortes y a nosotros nos piden 40 de
cotización, banqueros que consiguen del gobierno medidas duras contra los
trabajadores y que tenían que estar en la cárcel por delitos demostrados de
fraude fiscal y no decís nada, os quitan dinero para dárselo a esa gente que
cobra cientos de miles de euros año, especula con nuestro dinero, defrauda a
Hacienda y seguís callados ¿sois idiotas?

Tenéis una monarquía que se ha enriquecido en los últimos años, que apoya a
los poderosos, a EEUU, a Marruecos y a todo lo que huela a poder o dinero,
hereditaria como en la Edad Media ¿sois idiotas?

En Inglaterra o Francia o Italia o en Grecia o en otros países los
trabajadores y los jóvenes se manifiestan hasta violentamente para
defenderse de esas manipulaciones mientras en España no se mueve casi nadie
¿sois idiotas?

Consentís la censura en los medios de comunicación, la ley de partidos, la
manipulación judicial, la tortura, la militarización de trabajadores sólo
porque de momento no os afecta a vosotros ¿sois idiotas?

Sabéis quién es toda la gentuza de las revistas del corazón, futbolistas
supermillonarios pero jamás escucháis a nadie como Saramago o Chomsky u
otros mil intelectuales veraces y comprometidos con vuestros problemas ¿sois
idiotas?

Si mucha gente responde sí, aún nos queda un poco de esperanza de conseguir
acabar con la manipulación de los políticos y poderosos.
Si la mayoría contesta no, entonces estamos jodidos.